Si,
la maternidad se ha de sobrevalorar…
Ya
sé que esta afirmación echará para atrás a una gran mayoría de las mujeres que
me rodean, supongo que es cuestión de gustos o de maneras de vivir; pero en la
mía propia, esta aseveración ha sido fruto de un diálogo interno (de mí conmigo
misma) que ha durado, la friolera, de tres años (con sus días, sus noches y lo
que queda entre medias de los dos).
Yo, María Serrano, fui la primera en gritar a los cuatro vientos:
- ¡Señores,
señoras, la maternidad está sobrevalorada! –
…
pero, todo era demasiado reciente, demasiado nuevo y; si, admitámoslo,
demasiado duro (en mi experiencia vital, lo más duro que había vivido hasta el
momento).
SER
MADRE DE DOS NIÑOS ME DESBORDÓ.
De
este estado de estrés nació un sentimiento de desengaño, en el cual culpar al
entorno por no avisarme de lo que me esperaba, era la excusa más a mano que
poseía para aferrar esta sensación a algo legible o, por lo menos, familiar.
Afirmar que la maternidad no era LA MARAVILLA, de la que se hablaba en todos
los círculos, ámbitos, sectores y generaciones que conocía; se convirtió en mi
credo repetitivo, en el mantra que me acompañaba mientras cambiaba pañales, no
dormía, no me duchaba y sentía que había perdido MI VIDA (la de antes).
Hablaba
con madres que no sentían como yo y me sentía una rana en el desierto. Poco a
poco, descubrí a más mujeres que vivían la maternidad tal cual la vivía yo y,
lo mejor de todo, fue establecer relación con madres de mellizos que había
superado los tres años de vida de sus hijos. Ahí comenzó la redención.
Del impasse
de este tiempo de mi experiencia vital en la maternidad hablaré otro día,
porque el motivo de mi post de hoy es admitir que si, que la maternidad se
sobrevalora con razón.
Tres
años después de conocer a Iván y Mario, no quiero volver a mi vida anterior; de
echo, no la concibo, no la entiendo como tal, a veces, hasta la olvido. Me he dado cuenta de que YO (junto a mi
compañero) decidí que estos dos seres humanos llegaran aquí a través de mi
cuerpo y que, esa decisión, mutó mi vida; la transformó y ¡claro que perdí mi
vida! la que dedicaba en exclusiva a mi; es mi obligación perderla, hay dos
niños que la necesitan, porque mi tiempo ya no tiene sentido si no es para
ellos.
Quiero
contarles a las madres venideras que, en mi concepto vital, los tres primeros
años de vida de nuestros hijos hacen que se pierda la vida anterior, pero que
ha de ser así ¿por qué no? Nos NECESITAN al cien por cien, queridas madres y
queridos padres: ESTO ES ASÍ. Hay muchas familias que por cuestiones laborales
han de delegar el cuidado de sus hijos a terceros (incluidos abuelos) y ¡joder!
me parece la jugarreta más enorme que te puede hacer la vida: NUESTROS HIJOS
QUIEREN ESTAR CON NOSOTROS; pero si para cubrir sus necesidades vitales hay que
despegarse, pues se hace ¡sin más! pero, si no es así, si podemos contar con la
alternativa de abandonar trabajos ¡joder, hagámoslo! es un regalo infinito, sin
valor, sin etiqueta, sin caducidad, eterno…
Estos
seres humanos que traemos con nosotros son tan ENORMES que han de
sobrevalorarse, ha de considerarse la maternidad/paternidad como lo que es: LO
MÁS IMPORTANTE QUE VA A SUCEDERTE EN LA VIDA.
Si
haces llegar a seres humanos indefensos a este mundo precioso, sé consecuente y
disfrútalo, vivir bailando al lado de ellos es tan eterno, tan ilimitado, tan
inagotable… que no se puede explicar con palabras…
MI
MATERNIDAD NO ESTÁ SOBREVALORADA, es más, considero que mi capacidad humana
hace, muy a mi pesar, que la INFRAVALORE desmerecidamente.
¡Os
amo hijos míos! y mi tiempo es lo más valioso que os puedo regalar, porque el
amor no es una opción, eso… ya va de serie.